El inodoro de Henry Kissinger

Parece difícil imaginar a Bill Clinton y al diseñador Oscar de la Renta paseando descalzos por la orilla de un mar turquesa, con los pies llenos de arena y salitre. Pero es una escena habitual. El propio ex presidente de Estados Unidos lo admitió en la última gala de la famosa escuela de diseño neoyorquina Parsons. “Hemos pasado muchas vacaciones junto a Oscar y su mujer, Annette, en República Dominicana, y Oscar y yo hemos compartido largas caminatas por la playa”, dijo Clinton. No es el único. De la Renta, nacido en Santo Domingo en 1932, es el diseñador del poder. Ha vestido a las primeras damas de las últimas décadas –Nancy Reagan, Hillary Clinton y Laura Bush– y ha confraternizado con sus maridos, a pesar de sus antagonismos políticos. “Voto a la persona, no al partido”, ha confesado sin pudor más de una vez. Además, como si se tratara de un hipnotizador en lugar de un modisto, en la Casa Blanca todavía se rumorea que De la Renta fue el culpable de que Condoleezza Rice guardara los pantalones bajo llave y apostara por sus ya inseparables faldas. Lo que es seguro, en cualquier caso, es que el dominicano eliminó el cascarón andrógino de la secretaria de Estado estadounidense cuando la vistió de rojo carmín para la portada de la revista Vogue.
Su mansión en Punta Cana está a la altura de sus huéspedes. Su arquitecto, el cubano establecido en Miami Ernesto Buch, trabajó codo con codo con De la Renta para que todo fuera perfecto. “Me dijo que le gustaban mucho las haciendas de Louisiana, y, sobre todo, se enamoró de la casa sureña de Tara, en la que vivía Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó”, cuenta Buch. El propio diseñador dominicano pidió al arquitecto que se fuera a vivir durante un año a la isla caribeña para que no hubiera fallos. La vida social de De la Renta impuso un ritmo frenético. “Fue una locura”, confiesa Buch. “Todavía no habíamos terminado la obra y me dijo que tenía un invitado muy especial, que la casa tenía que estar finalizada para un día en concreto”. El invitado era el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, premio Nobel de la Paz ensombrecido por su participación en el golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende en Chile. “Cuando llegó Kissinger yo estaba con el fontanero poniendo el inodoro, literalmente”, cuenta divertido el arquitecto.
Más en la revista Gentleman.
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