William Curtis: "Las viviendas en España se construyen como si fueran cajas de zapatos abandonadas en las autopistas"
En la arquitectura moderna observamos una preocupación social en la obra de Le Corbusier, Josep Lluís Sert y un largo etcétera. En la actualidad, ¿hay una falta generalizada de compromiso político de los arquitectos frente, por ejemplo, al acceso a la vivienda digna?
Por supuesto, se debería reflexionar mucho más sobre la cuestión de la vivienda social, tanto por parte de los políticos como por el lado de los arquitectos. Pero parece que esto no es una prioridad por el momento. Además, la vivienda no debe sustraerse del problema de la planificación urbana y rural. Gran parte de las viviendas en España se construyen como si fueran cajas de zapatos abandonadas en la periferia de las autopistas. Parafraseando a Gertrude Stein, "no hay un dónde allí" (there is no there, there). Es una especie de soso anonimato el de las ciudades dormitorio: sin actividad social ni espacio público utilizable. De nuevo la privatización de la vida, pero esta vez por los mucho menos ricos. Hay que repensar el problema desde la base, teniendo en cuenta las transiciones entre lo público y lo privado, la alteración de la estructura familiar, el trabajo en casa, el cambio climático, el papel de la naturaleza, etcétera.
Hay bastantes modelos en la historia de la arquitectura moderna que pueden ser útiles, ya que pueden ser transformados de manera crítica. Siempre hay algo que aprender del pasado, y de los espacios urbanos del pasado. En las próximas décadas, España va a convertirse en un país cada vez más caluroso. Algunas regiones del país pueden incluso transformarse en desierto. En estas circunstancias, las ciudades deben repensarse con criterios climáticos, en los que elementos como el agua, la vegetación, la ventilación cruzada y las pantallas de protección solar puedan desempeñar un papel. No hablo de folclore, sino de una transformación contemporánea con principios seculares, ligados al clima y al espacio social.
Arquitectos como Léon Krier afirman que los rascacielos ya no son necesarios. Sin embargo, en la actualidad, las torres crecen por todas partes. ¿Por qué este auge de los rascacielos?
En la actualidad, hay una nueva plutocracia que atraviesa las fronteras nacionales y expresa su supuesto prestigio a través de edificios muy altos. Estos rascacielos son como paquetes de inversión verticales que aumentan el valor del suelo, hacen la vida más cara para la población del entorno y dependen de las infraestructuras públicas, que exprimen hasta el límite. Toda la palabrería sobre los iconos es absurda. La torre fálica de Nouvel es una afrenta a la Sagrada Familia de Gaudí y al paisaje de Montserrat; es una vulgarización del horizonte urbano. El desproporcionado pepino de Norman Foster en Londres compite de una manera desafortunada con la cúpula de St. Paul. El proyecto de RMJM para Gazprom en San Petersburgo está horriblemente fuera de escala. Herzog y de Meuron han hecho recientemente una propuesta para el gigante farmacéutico Hoffman Roche en la ciudad de Basel: un rascacielos de 150 m para sus oficinas centrales, con una forma arbitraria y vagamente erótica. Entra en conflicto con la catedral, que está en la otra orilla del Rin. Esta compañía fue responsable de algunos de los mejores ejemplos de arquitectura moderna en Basel en los años treinta. ¿Es que ahora quiere dominar su ciudad? Uno habla de plutocracia pero se podría hablar simplemente de falocracia. La mayoría de estas torres son como anuncios con imágenes sugerentes para incentivar las inversiones en todo el mundo. No tienen mucho que ver con la construcción de una ciudad para ciudadanos. Además, sus formas suelen ser bastante arbitrarias. Los ordenadores permiten la creación de complejos geométricos sin una razón de ser particular, que no sea el vago deseo de ser diferente.
Dice que en la época de Franco había una arquitectura moderna de izquierdas y otra de derechas. ¿Ocurre lo mismo actualmente en España?
Algunos de los primeros historiadores de la arquitectura moderna esperaban piadosamente que la modernidad fuera un asunto de izquierdas. Pero el problema era mucho más complejo. Sólo hay que pensar en el arquitecto italiano Terragni, que diseñó edificios modernos de alta calidad al servicio del fascismo en los años treinta. O en el magistral Gobierno Civil de Tarragona, construido en 1957 por de la Sota, al servicio del Gobierno Central de Madrid. La relación entre arquitectura e ideología política es complejo. Con la transición política en España este mismo trabajo fue canonizado por una joven generación completamente ajena al poder político, en favor de la arquitectura. De la Sota evitó la excesiva politización del monumentalismo franquista, a través de sutiles matices y una poderosa abstracción. Los ecos del Gimnasio Maravillas y del Gobierno Civil todavía resuenan en toda la arquitectura española actual, a pesar del medio siglo transcurrido.
Hoy en día no es fácil reducir las discusiones arquitectónicas a un problema de izquierdas o derechas. Dicho esto, resulta obvio que el compromiso social se ha desinflado. Para algunos, el mercado es el motor de la historia. Hay una mudanza generalizada, desde el dominio público a la privatización en todas las esferas. Los ardides de fragmentación de las vanguardias, maquillados con unas pocas frases del filósofo Gilles Deleuze, se introducen para mantener la pretensión de una arquitectura radical, pero son pantallas de humo que esconden una posición básicamente conservadora, relacionada con el consumismo. En la actualidad, se vive una obsesión por la imagen a expensas de la sustancia, con el narcisismo creciendo a costa del compromiso social, con lo instantáneo imponiéndose a lo duradero. Puede que una de las maravillas de la cultura política de América Latina sea la reconsideración de la arquitectura moderna como parte de un proyecto social. Y puede que la necesidad de armonización con la naturaleza conduzca a un nuevo contenido de mayor profundidad.
William Curtis es crítico de arquitectura, autor de una de las biblias de la profesión, La arquitectura moderna desde 1900. Más en la revista NaN.
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